
¿EL MIEDO AL ABANDONO PUEDE SABOTEAR TU RELACIÓN DE PAREJA?
Si tienes problemas en tus relaciones interpersonales o dificultades para mantener una relación de pareja saludable, puede que detrás de todo ello, una de las variables implicadas sea el miedo al abandono.
El miedo al abandono es el más básico de los miedos porque, sobre todo, cuando somos niños, tener a las personas que nos cuidan cerca (padre/madre o figuras significativas) aumentan nuestras probabilidades de supervivencia. Por ello, aparecen una serie de síntomas traducido en malestar físico y psicológico cuando se anticipa o produce una separación real de alguien con quien hemos establecido un fuerte vínculo o lazo emocional. Y, de la misma forma, puede existir una preocupación excesiva por la posibilidad de que pueda pasarles algo grave a las personas a quienes amamos.
Es posible que hayas tenido una infancia más o menos estable o que creas, como la mayoría de las personas que, a pesar de haber pasado por situaciones dolorosas o difíciles en la infancia y/o en la adolescencia, aquello ocurrió hace años y ya es irrelevante. Sin embargo, es posible que aquello que sucedió te siga afectando en tu presente, a tus relaciones interpersonales y, más concretamente, a tu relación de pareja.
Diferentes situaciones o experiencias pueden estar en el origen de tu miedo al abandono y no necesariamente ha de ser el hecho de haber perdido, a edad temprana, una figura significativa (un padre, una madre, un abuelo…). También si tus padres se divorciaron y ello acarreó cambios importantes en tu vida, la adicción o depresión de un cuidador principal que haya dificultado o impedido que te dedicase tiempo o cuidados, las hospitalizaciones en edades tempranas, estudiar en un internado, los cambios continuos de residencia…
El miedo al abandono puede, de una forma u otra, estar afectando a tus relaciones y distintas señales podrían indicártelo, como por ejemplo:
- Puedes mostrarte controlador/a, aferrarte demasiado a una relación o, por el contrario, mostrarte más distante o frío en tus relaciones.
El temor inconsciente a ser abandonado puede traducirse en asegurarse de que el abandono no se vuelva a producir. Y esto tiende a manifestarse en los dos extremos: bien como un apego ansioso para impedir el abandono o como un apego evasivo, no comprometiéndose lo suficiente como para ser abandonado.
- Puedes mantener a los demás a distancia, evitando la proximidad física o emocional. Puedes rechazar antes de ser rechazado/a. El miedo al abandono y el temor al rechazo causan miedo a la intimidad, miedo a mostrarse emocionalmente.
- Puedes dejar de establecer los límites adecuados.
El miedo al abandono puede traducirse en la necesidad de estar constantemente tratando de complacer a la pareja, justificar sus comportamientos, permitir un trato denigrante…
- Puedes tener unas creencias básicas negativas sobre ti mismo/a, los demás o las relaciones: «No merezco ser amado/a o no soy lo suficientemente atractivo/a, querible…», «No puedo confiar en nadie», «Estar en pareja requiere demasiado esfuerzo», «No necesito a nadie», etc.
Algunas personas que han sufrido abandono en la infancia pueden recrear en la edad adulta la experiencia de abandono en sus relaciones, debido, en parte, a las creencias inconscientes de que merecen ser abandonadas, etc.
- Puedes tener una cierta tendencia a escoger parejas que, de alguna forma, te abandonan.
Además de la ruptura, otras formas más sutiles de abandono pueden ser: no estar emocionalmente accesible, no mostrar empatía o sensibilidad hacia las necesidades de la pareja, no haber superado una ruptura anterior, seguir pensando en la expareja, tener algún tipo de adicción (al trabajo, por ejemplo)…
Diferentes factores como la relaciones con los progenitores o figuras significativas de nuestra infancia y las experiencias vitales hacen que poseamos un estilo de apego (ansioso, evasivo…) y que nos comportemos siguiendo un patrón determinado, tras el que se despliegan distintas señales que podrían indicar ese miedo al abandono.
Los problemas relacionados con el abandono, a menos que formen parte de un trastorno grave de la personalidad, por lo general, son reversibles. Comprender estas dificultades relacionales y ser conscientes cuando aparecen en escena es un primer paso para poder realizar algún cambio.
A través del asesoramiento, la terapia de pareja o del compromiso con la mejora personal, las relaciones disfuncionales pueden mejorar y transformarse paulatinamente en relaciones más sanas, adoptando comportamientos más constructivos. Cuando los dos miembros de la pareja se implican y consiguen llevar a cabo el proceso hacia un tipo de apego más seguro y una comunicación más eficiente los resultados pueden ser notables y la mejora de la relación evidente.