LA RELACIÓN DE PAREJA: ¿UNA RELACIÓN ENTRE ADULTOS?

LA RELACIÓN DE PAREJA: ¿UNA RELACIÓN ENTRE ADULTOS?

La relación de pareja puede ser conducida más que por dos adultos, por dos niños internos inconscientes, que interactúan desde sus propias carencias y pueden generar un auténtico caos relacional.

 

En la relación de pareja, aparentemente, interactuamos como dos adultos que establecen una relación y tienen un proyecto común. Esperamos crear un vínculo emocional con la otra persona que nos aporte seguridad, apoyo, comprensión… y en el que podamos amar y ser amados.
Sin embargo, aunque seamos adultos, dentro de cada persona también hay una parte nuestra (el niño o la niña que fuimos) que sigue viviendo en nuestro interior, arrastra sus propias heridas, carencias, miedos… y tiene una serie de expectativas respecto a la relación. Esa niña o niño interior tiene unas necesidades que, en mayor o menor medida, no han sido satisfechas y, posiblemente, la persona se ha pasado la vida ignorándolas, negándolas, minimizándolas… pero manteniendo inconscientemente o en secreto la esperanza de que algún día serán cubiertas. Dicho sea de paso, la literatura y también el cine han contribuido a alimentar la idea de que algún día encontraremos a esa persona que colmará nuestros anhelos y seremos felices por siempre jamás.

 

Sin embargo, aunque no seamos conscientes de ello, convivimos con un dolor antiguo que fue vivenciado en nuestras relaciones tempranas y que cada persona carga como si de una mochila se tratase. Mucho de nuestro dolor no resuelto es el que se pone de manifiesto en las dificultades y problemas que surgen en la relación de pareja y, sobre todo, se activa cuando sentimos que, una vez más, nuestras necesidades de amor, compresión, seguridad, apoyo, o lo que sea que necesitemos para no sentirnos infelices, no son cubiertas.

 

Cada persona tiene un tipo diferente de niña o niño interior que puede manifestarse exigente, asustado… y, sobretodo, reactivo, acorde con las experiencias que tuvo porque son, precisamente, esas vivencias tempranas las que actúan como un filtro y rige la forma de funcionamiento. Así, por ejemplo, si fuimos criticados, seremos más vulnerables a la crítica en nuestra relación de pareja y estaremos atentos a la más leve censura para poder proteger nuestra parte más vulnerable de un nuevo dolor.

 

Si esos puntos de dolor antiguo son los que vuelven a ser activados en la relación de pareja, nuestro niño interior herido se comporta y reacciona como lo haría un niño. Posiblemente ignoremos que nuestro comportamiento está siendo alimentado por el resentir de heridas del pasado y el miedo y la frustración por no poder satisfacer nuestras necesidades y nos encontremos en nuestra piel de adultos haciendo pucheros, enrabietándonos, tratando de manipular al otro, culpándole, buscando vengarnos…. si no conseguimos lo que deseamos.

 

Es probable que, inconscientemente, esperemos, en nombre del amor, que nuestra pareja cubra esas necesidades que nunca fueron satisfechas por nuestros padres o por quienes se encargaron de nuestra crianza y educación. Es posible que, si esto no sucede, nos frustremos, decepcionemos y reaccionemos de forma automática (distanciándonos, castigando al otro, exigiéndole…). De esta forma, podemos percibir que la relación de pareja es conducida más que por dos adultos, por dos niños heridos y necesitados, dos niños inconscientes, que interactúan desde sus propias carencias y pueden llegar a generar un auténtico caos en la relación.

 

Sin embargo, todo esto puede servirnos para mirar hacia dentro, explorar ese dolor que interfiere y contamina nuestra relación de pareja, ser consciente y empezar a crecer y madurar.

 

“Te amo porque te necesito”. El amor maduro dice: “Te necesito porque te amo”. (Erich Fromm)